lunes, 5 de septiembre de 2011

El viento Sur, el viento loco, la salud y el efecto Foehn


Los que vivimos cerca de la cordillera Cantábrica sabemos muy bien que el viento Sur es fuente de antiguas leyendas. Por algo se le conoce como el “viento loco”, el “viento de las brujas” o algún otro apelativo similar.

Quien no ha justificado a un amigo, jefe o compañero, incluso a si mismo, cuando en un día de viento Sur se desmadra en su comportamiento y reacciona de manera imprevisible hasta el punto de decir: ¡¡Hay que perdonarle porque hoy está con viento Sur¡¡. Atenuantes que muchas veces no resisten un “pase” pero que obligan a mirar para otro lado si no se quiere entrar en una trifulca. Un intento de abandonar la “pelea” y echarle la culpa al viento, a veces hasta cuando no “sopla”. Todo forma parte de las “suradas” o “locuras” de un momento.

Hay un hecho cierto: el viento puede alterar el estado de las personas, tanto físico como psíquico. Antes de explicarlo veamos primero en que consiste el llamado efecto Foehn, una forma de entender su naturaleza.

Sabido es que el aire siempre lleva vapor de agua en una cantidad que varía según el lugar; por ejemplo, en un desierto habrá muy poco mientras que en una zona costera habrá mucho. El fenómeno Foehn se produce cuando una masa de aire cálido y húmedo se encuentra con la ladera de una montaña y se ve obligado a subirla para salvar el obstáculo. Como la temperatura disminuye con la altura, ese vapor, al enfriarse a medida que asciende, se transforma en nubes que muchas veces precipitan en forma de lluvia. Es entonces cuando el viento, casi sin vapor de agua en lo alto de la cima, se convierte en un viento seco e inicia el descenso por la otra ladera provocando el fenómeno inverso. Debido al gran contraste climático, las nubes comienzan a deshacerse, el tiempo se despeja, el aire se calienta, la humedad es escasa y la temperatura aumenta a medida que lo hace la presión. En esto consiste el efecto o viento Foehn (nombre alemán tomado de un característico viento del norte de los Alpes), un viento seco, muy caliente, sin vapor de agua, que se mueve a velocidades muy altas y de forma brusca.


La mayoría de las veces no toda la humedad originada en la ladera de entrada se convierte en nubes y lluvia, sino que parte de esas nubes pasan al otro lado, se “desparraman”, y al llegar a cierta altura, cuando se supera la temperatura de rocío, terminan por desaparecer. Se puede observar como bordeando la cima, en todo lo alto, quedan un conjunto de nubes “estabilizadas” que contempladas desde la distancia se asemejan a un “sombrero” o “parapeto”. Es lo que se conoce como el “efecto barrera”.

En el caso de Cantabria, el efecto Foehn, bastante frecuente, sucede con el viento Sur. La masa de aire húmedo y templado procedente del Océano Atlántico choca con su cordillera y comienza a escalar alturas de más de 2.000 metros. El aire se va enfriando a medida que sube de nivel (se estima que el descenso de temperatura puede ser del orden de 0,6 ºC cada 100 m.) que acaban en nubes y lluvia antes de iniciar el descenso por el otro lado. En muchas ocasiones se puede observar con nitidez como estas nubes se detienen y descargan en parte su humedad en su descenso hacia la costa.

Efecto barrera en un día de viento Sur en la Sierra del Escudo de Cabuérniga (Cantabria)

Desde la antigüedad se sabe que determinados fenómenos atmosféricos afectan a la salud; en particular el viento, y de forma muy especial el efecto Foehn, uno de los fenómenos meteorológicos más interesantes de estudio por su relación con las patologías mentales. Ya en el siglo VI a.C., Hipócrates decía que “el viento Austro (Sur) entorpece los oídos, oscurece la vista, carga la cabeza y deja el cuerpo lánguido y perezoso”. Hoy en día, la mayoría de los científicos piensan que una gran parte de la población resulta afectada por los cambios bruscos de temperatura, humedad y presión atmosférica.

Desde 1975, la OMS (Organización Mundial de la Salud), viene estudiando el efecto de estos vientos en las personas. El científico canadiense Fred Soyka, en su trabajo de investigación “El efecto de los iones o como la electricidad del aire rige la vida y la salud”, publicado en 1977, decía que la gran cantidad de iones positivos del “viento loco” genera en una primera fase, euforia, ansiedad e hiperactividad, para a las pocas horas terminar en insomnio, agotamiento, dolores de cabeza, incluso depresión, favoreciendo la aparición de actitudes violentas y agresivas.

Se dice que el viento Sur saca “locos” a la calle, la gente se trastorna un poco, y muestra a menudo su parte violenta. Los nervios están “a flor de piel” y se “salta” al instante, a veces con más vehemencia y “mala leche” que de costumbre. Se discute, se rompen amistades, hasta el tranquilo se pone nervioso y el supuesto “moderado” acaba perdiendo los “papeles”.

Estas situaciones son más frecuentes en otoño e invierno cuando se suelen registrar temperaturas anormalmente altas, llegando a alcanzar hasta 30 °C en cuestión de horas. El llamado “viento loco” o “viento de las brujas” aparece en todo el mundo: es el Siroco, en Italia, Mistral, en Francia, Puelche, en Chile, Sahara, en Arabia e Israel, Santa Ana en California, Fíen en Alemania, Chinook, en Canadá, “Viento Norte” o Zonda, en Argentina.

Existen multitud de anécdotas y situaciones curiosas acerca del viento Sur y sus efectos. Por citar algunas, unas de tiempos pasados y otras más actuales, unas ciertas y otras leyendas urbanas, recordar como en la Biblia se justifica el vil comportamiento del rey Salomón por el azote del “Hamsin”, que en árabe significa “viento venenoso”, un viento bochornoso cargado de arena; o en Suiza donde existen delitos que se ven atenuados si se producen durante el efecto Foehn; y algo más estrambótico, y seguro que leyenda urbana, cuando hace tiempo se solía achacar que el Atlétic de Bilbao siempre que jugaba en San Mamés con viento sur perdía o lo hacía muy mal. Luego hubo una época en que siguió pasando lo mismo y poco importaba el viento que hacía.

Entre las anécdotas más conocidas, no se puede llamar de otra manera, figura aquella en la que el viento Sur, a veces impredecible, servía también como excusa para desviar la atención de cosas más importantes. Son muy conocidas las “peroratas” de Miguel Ángel Revilla, expresidentes de la Comunidad Autónoma de Cantabria, ahora en la oposición, personaje popular, poco proclive a las tareas de gobierno, en las que arremetía contra los meteorólogos y sus predicciones. Cada vez que se acercaba un largo “puente” de vacaciones tenía la costumbre de proclamar a los cuatro vientos, nunca mejor dicho, las bondades del viento Sur, explicando de forma muy simplista, por otra parte muy normal en su caso, como cuando se acerca un frente atlántico con viento sur, las probabilidades de lluvia en la costa de Cantabria son mínimas a pesar de lo que digan los “expertos”. En este caso solía llevar razón, y todo por el efecto FOIN.

El viento Sur, conocido también como el “viento pirómano” por su capacidad para propagar incendios, fue el causante, en 1941, del mayor incendio habido en la ciudad de Santander que quedó arrasada en gran parte. También está en el origen de graves inundaciones por su facilidad para derretir la nieve, ocasionando imponentes riadas e inundaciones. De ahí su nombre de “comedor de nieve”, que hace que la lluvia a su lado se convierta en un efecto minúsculo.

A pesar de todo, el viento Sur también ha sido objeto de homenajes, como el ofrecido por el poeta Gerardo Diego, nacido en Santander, quien un poema homónimo, en el que pasa por alto sus connotaciones maléficas, dice:

No existe el aire ya. Las lejanías
están aquí al alcance de la mano.
Evidente es el mundo y tan cercana.
He aquí la densidad que apetecías.
La luz se cierne en mineralogías
tan de ardiente osatura y primer plano,
que me brota este grito sobrehumano:
Gloria al bramar de las montañas mías.
Es el viento que encrespa sus bisontes,
que en bravo alarde de torsión y ultraje
lomos restalla de olas y de montes.
El viento que me empapa de paisaje.
Sur, viento sur, enrólame en tu viaje
y ráptame en tus brazos de horizontes.

Es una pena que la sabiduría popular transmitida de boca en boca a lo largo de siglos se vaya perdiendo, y con ella nuestro conocimiento práctico de la meteorología. ¿Quién conoce hoy algo de vientos y su dirección sin mirar a la veleta? Muy pocos, y cada vez menos. Vivimos bajo una información del tiempo continua pero el conocimiento práctico de la atmósfera se está escapando. Cada vez son menos los que distinguen el nombre del viento que sopla y aún menos los que pueden confirmar la famosa frase: ¡¡mañana va a hacer un día espléndido porque …. lo ha dicho el pastor¡¡

Por fortuna, no a todo el mundo le afecta el viento Sur, ni tampoco en la misma medida a los que sí tienen problemas. Si viene la “surada”, por favor, que el posible involucrado cierre las ventanas, que eso si que nos afecta a todos.

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